Consejos para evitar los golpes de calor en los bebés

Consejos para evitar los golpes de calor en los bebés



Las elevadas temperaturas que estos días están azotando a la mayor parte de las comunidades autónomas obligan a tomar una serie de precauciones para evitar la deshidratación y, lo que es peor, los golpes de calor, especialmente en el caso de los bebés, cuyo organismo no está acostumbrado a los cambios bruscos de temperatura. 
Por ello, y con el fin de evitar un golpe de calor en los más pequeños, la especialista en Neonatología del Hospital La Milagrosa de Madrid, Paloma Nacher, ha subrayado la importancia de vestirles con ropa ligera y de algodón y de no usar mochilas portabebés.
"Es importante controlar los golpes de calor. Pueden llegar a ser graves en el bebé porque les pueden ocasionar deshidrataciones con consecuencias complicadas", ha recalcado la experta, quien ha recomendado no salir a la calle entre las 12.00 y las 17.00 y situar al bebé en lugares sombríos.


Baños de agua fresca y no usar aire acondicionado
Refrescarle a menudo con una toallita húmeda por los brazos y las piernas; utilizar los baños de agua fresca las veces que sea necesario (sin llegar a ser fría); colocar la cuna en el lugar más fresco de la casa; y ventilar a primera hora de la mañana y a última de la tarde para intentar conseguir que la habitación esté a 22 grados, son otros de los consejos aportados por la doctora. 
Respecto al agua, Nacher ha recordado que en los niños con lactancia a demanda normalmente no es necesario aportar agua, pero ocasionalmente, ante un golpe de calor fuerte se les puedes ofrecer. "El agua es un alimento que solo lo admitirá si tienen sed. En los niños con biberón, siempre es recomendable llevar un biberón con agua fresca", ha argumentado.  
Finalmente, la experta ha destacado la necesidad de evitar los aires acondicionados, usar ventiladores que renuevan y refrescan el aire, enfriar el coche antes de que entre el bebé y, una vez dentro, tener el aire apagado y controlar el calor con las ventanillas. "Si a pesar de ello, el calor es insoportable, poner el aire pero siempre con una ventanilla abierta parcialmente", ha zanjado.

¿Por qué los bebés se agarran a nuestro dedo gordo?

¿Por qué los bebés se agarran a nuestro dedo gordo?



Si queremos aprender algo sobre la evolución de las especies podemos acudir a dos fuentes de información: ir a un museo de historia natural o mirarnos en el espejo. Y es que nuestro cuerpo es un tesoro que alberga numerosas huellas de la historia evolutiva de nuestra especie. Aunque no todas ellas son tan evidentes como nos gustaría y otras nos causan cierto pudor.





Trate, por ejemplo, de poner el brazo sobre una mesa con la palma hacia arriba. Ahora una el dedo pulgar y el meñique sin levantar la mano. Usted pertenecerá a una de estas dos categorías: en su brazo aparecerá un tendón protuberante (como ese que tienen los pollos en las patas) o en su brazo no aparece nada raro. Si pertenece al primer grupo, usted tiene un músculo vestigial que el 15 por ciento de la población ha perdido: el Palmaris lungus. Este músculo no le confiere más fuerza de agarre ni ninguna habilidad especial.


Simplemente es un resto de cuando necesitábamos usar la fuerza de las extremidades superiores para deambular entre los árboles. Hoy los primates menos cercanos a nosotros, como los lemures, tienen un Palmaris lungus muy grande. Los primates más cercanos, como el chimpancé, lo tienen más pequeño. Y casi uno de cada cuatro humanos lo hemos perdido en al menos uno de los brazos. Hay otros músculos en el cuerpo que hoy no sirven para nada y que heredamos de nuestros ancestros. Algunas personas pueden mover las orejas gracias a que tienen activados los músculos auriculares anterior y posterior. También es un vestigio evolutivo (éste conservado por casi toda la población) que se nos ponga la piel de gallina al emocionarnos.

Pero quizá el remedo más tierno de que somos primates sea la capacidad de los bebés de agarrarse fuertemente a todo aquello que toca la palma de su mano. Ese modo sublime en el que nuestro retoño nos agarra el dedo gordo no es otra cosa que un reflejo palmar heredado de cuando eramos monitos trepadores y teníamos que encaramarnos sin dificultad a la rama de un árbol. De hecho algunos estudios demuestran que un recién nacido podría soportar todo su peso colgado de una barra fija en el techo. Todos estos ejemplos son pruebas de que la evolución ha actuado esculpiendo nuestros cuerpos para dotarlos de las mejores herramientas de supervivencia y para borrar las condiciones desfavorables para sobrevivir. Aunque las funciones eliminadas siguen dejando una huella de por vida.